martes, 4 de noviembre de 2008

ÚLTIMO VIAJE

Aquí estamos, ya de vuelta, el viaje a terminado.
Por el camino: la nostalgia de aquellos años de seiscientos y bocadillo de filete empanado bajo la sombra de un árbol y el chorro de una bota de vino, sonrisas y cigarros. Yo apenas tenía seis años y era el menor de cuatro.
A lo lejos se divisan los molinos de viento y mi padre nos cuenta la historia de un loco que se enfrenta a unos gigantes, un tal Don quijote de la Mancha. Los girasoles nos dan la bienvenida y el sol de justicia hace que tengamos que abrir las ventanas del minúsculo coche mientras los cabellos largos de mis hermanas revolotean por mi cara. Hacinados y entumecidos nos quedamos dormidos. El cántico de mi padre escuchando a Valderrama nos despierta en el justo momento de la línea divisoria y al unísono gritamos: la frontera. Un gran cartel nos invita a la región de Murcia, ya solo quedan tres horas para llegar al pueblo, pero las cinco horas que llevamos a nuestras espaldas han dejado mella y empezamos a pelearnos, los nervios están a flor de piel y un solo grito: - me cago en... -devuelve el silencio al seiscientos y de nuevo nos dormimos.
Paramos en Hellín y compramos caramelos de anís. En otras ocasiones pasando por Tobarra hemos visto a Nazarenos tocando el tambor...
Ahora el camino ha sido distinto. De nuevo lo hemos hecho juntos pero en coches distintos, ya solo se tarda cuatro horas en autovía y lejos quedan los molinos y los caramelos, aún así al llegar a la frontera he vuelto a gritar.
He aprendido muchas cosas que me habías ocultado y que desconocía por completo, me las han contado tus amigos de mozos, aquellos con los que compartías vinos y charlas. Me han contado lo bien que te portaste con ellos en Francia, aquellos largos años de trabajo, frío y miseria. Como los fuiste llamando uno a uno para que trabajaran contigo y tuvieran también su oportunidad. He visto como abuelos de setenta y muchos años, lloraban ante tu presencia, no sabía que tenias tantos amigos y que tanto te apreciaban.
Te he llevado a mis hombros, como tu deseabas y te has quedado para siempre allí, en tu última morada. Será difícil vivir sin ti. Descansa.

Te llamó la luz del azahar en flor
en la morada de una tierra enraizada,
en la profunda humedad de los árboles enclavados;
terciopelo amarillo de melocotón,
notas de trinos al infinito vuelo del cantor,
de la fresca brisa, del Dios Ra que se ocultó.
Te llamó la algarabía que en tiempos fuera de ti
piedras escritas con sangre y sudor
de una terca mula que tira del arado,
de cartón en polvorientas maletas
vacía de contenidos, de sueños llena.
Te llamó la espesa sangre del caldo de los Dioses
embaucadora con sus presentes aromas
al balanceo de destetadas figuras en movimiento
por senderos de huertas y eras,
para exhalar el preludio del último sueño.

Te grito la vida
empujándote al abismo.

Te llamó el vagón completo de canciones y rimas
con parada en desconocidas viñas,
enarbolando al aire la hombría
de ser el primero en cruzar la línea,
que la casta en esta frontera, no se olvida.
Te asustaron los desengaños en la helada
y rememorar los calores primitivos
de los llantos del niño recién nacido
de los ahorros en recuerdos merecidos
del regreso al camino antiguo.
Ya no hay estiércol que amasar,
ya son tus manos las que abrazan la tierra
y el señorito el que va detrás,
que te han dejado las puertas abiertas
los que antaño fueron tus dueños.

Te grito la vida
te empujo al abismo.

Mi padre José Boluda falleció el día 26-octubre en un triste hospital.