miércoles, 24 de febrero de 2010

SOPLANDO EN EL VIENTO

Aquí os dejo un anticipo de lo que puede ser mi próximo libro, sí es que soy capaz de escribirlo, ese es mi nuevo reto.


BOB DYLAN

¿Cuántos caminos tiene que andar un hombre
antes de que le llaméis hombre?
¿Cuántos mares tiene que surcar la paloma blanca
antes de poder descansar en la arena?
Sí, ¿y cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón
antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento.





Sí, ¿y cuánto tiempo tiene un hombre que mirar hacia arriba
antes de que pueda ver el cielo?
Sí, ¿y cuántos oídos tiene que tener un hombre
para que pueda oír a la gente gritar?
Sí, ¿y cuántas muertes se aceptarán, hasta que se sepa
que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento.





Sí, ¿y cuántos años puede existir una montaña
antes de ser bañada por el mar?
Sí, ¿y cuántos años deben vivir algunos
antes de que se les conceda ser libres?
Sí, ¿y cuantas veces puede un hombre volver la cabeza
fingiendo no ver lo que ve?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento.


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jueves, 18 de febrero de 2010

LOS HACES Y LAS SOMBRAS



ELEGÍA A UN PUEBLO

Pequeño pueblo, así te conocí.
Callejuelas estrechas de procesiones y misas,
de abuelos sudorosos en sillas de esparto,
contertulios en guerras, hambre y no encontrados,
cabezas agachadas al paso del señorito amo,
hembras de pies enlutados
hablando de ropa sucia en otros terrados.

Emborrachados, maldicen el tiempo que les ha
[tocado,
vida de pantano: cieno y barro;
aquellos que después de la victoria, habían sembrado
en la cara, el miedo a sus hermanos.

Hace tiempo que la plaza fue reformada,
vestigios de antaño,
y abierto el casino a los pies descalzos.

A pesar de los tiempos más sanos
en el cuerpo brilla el azul de la metralla,
heridas que supuran rencillas,
fétido hedor del nuevo alcantarillado.

Alguien plantó un sauce
en el tapial de la desesperada huella
donde se acuñó el metal,
cuneta florecida de amapolas,
disimulada piedra que marca el lugar.

He vuelto buscando la sombra del llorón
de la piedra clandestina,
golpes en la puerta del viejo caserón
esperando para este dolor
la medicina que me alivie;
y rascar la tierra con las uñas
devolviendo al pueblo su memoria
y enterrarte en tumba digna.

Que me he topado con la noche herida,
los cerrojos echados, las huertas vendidas,
el senil vecino sentado en la esquina,
más cansado y arrugado
con la levedad de los años gastados
me ha susurrado: no vuelvas al pasado.

Acariciando su palma mortecina,
levantando su mentón recién afeitado,
con el silbido entrecortado de mis labios
le he susurrado: sin memoria no hay vida;
y cabizbajo me he marchado,
sin saber cundo volveré
a este pueblo condenado.


Del libro los Haces y las Sombras (www.bubok.com y www.boludaca.bubok.com)