Atardeceres rojos, vientos del norte,
fina arena que acaricia tu espalda
entreverados sueños.
Tu desnudez, cálida piel
aflora en este desierto de dunas.
Haya en el horizonte, la línea azul
sisea buscando nuestros sentidos.
Como árbol erguido lleno de vida
te balanceas sobre mi deseo
y mis puños aprietan tus ramas,
mi mirada se come tu fruto
y jadeas al viento, a la noche,
suspiros que ruborizan a la luna,
estrellas opacas, intimidad absoluta.
Y al amanecer como sirena perdida
huyes de la luz del día
sin saber cuando encontrarme.
Y ahora perdido y solo en este malecón
mi pecho grita tu ausencia
y el recuerdo del gozo pasado
me devuelve a la rutina.
El amanecer no perdona los sueños.
2 comentarios:
precioso amor de verano, de esos que se van sin saber cuándo vuelven, de esos que terminan sin saber decir adiós, sin apenas despedidas.
qué bueno volver aquí y leer esto. un abrazo.
Me encanta. El último párrafo lo dice todo.
Precioso.
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